APUNTES SOBRE CULTURA
LA VERDAD
La verdad implica siempre una relación entre un sujeto, es
decir, una inteligencia, y un objeto, o sea, una realidad. Como tal, la verdad
es la analogía del pensamiento con lo real. En este sentido, si tal
correspondencia no se da, entonces podemos afirmar que se trata de una
proposición falsa.
Esta formulación, debida Aristóteles, mantiene vigencia
hasta la actualidad. Santo Tomás de Aquino, por su parte, refería que la verdad
era la inteligibilidad del ser y la correspondencia de la mente con la
realidad, mientras que, para Kant, la verdad era una perfección lógica del
conocimiento.
Sócrates afirmaba que "El hombre es capaz de conocer la
verdad, de superar la opinión, elevándose al conocimiento de los conceptos, de
lo universal". Tal enunciado parte de su experiencia o sapiencia y lo
aplica mediante la “mayeútica”. Esta palabra proviene del griego y significa: «técnica
de asistir en los partos, no olvidemos que su madre era partera») es el método
aplicado por Sócrates a través del cual el maestro hace que el alumno, quien por
medio de la interrogación, va
descubriendo sus propios conocimientos naturales. Sócrates con este método hace que su interlocutor responda de
acuerdo a sus conocimientos y le guía para hacerle ver sus errores cuando corresponda. De esta manera va evidenciando
su interlocutor la verdad. Generalmente los errores de concepto se basan en las
costumbres o experiencias. El conocimiento o la verdad, se encuentra en todo
individuo, solo que oculta, velada o negada por los prejuicios Según Sócrates la
“mayéutica” es una forma de despertar el conocimiento que se encuentra latente ineludiblemente
en el alma y que es necesario descubrirlo. (fuente Wikipedia)
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Un pensador oriental contemporáneo, llamado RAMANA MAHARSHI
(1879-1050) fue un importante maestro espiritual hinduista indio. Pertenecía a
la doctrina vedanta adwaita ('no dual', no hay almas y Dios, sino que las almas
son Dios). Para conocer su doctrina, nos valemos de una anécdota:
Un hombre vino a Ramana Maharshi y dijo: “He venido de muy
lejos, de un lugar de Alemania y he venido a aprender de ti”. Ramana dijo:
“Entonces ve a otro lugar porque aquí enseñamos a desaprender. El aprendizaje
no es nuestro camino. Ve a otro lugar”.
Pudo haber sido un erudito alemán, pudo haber conocido los
Vedas, los Upanishads, pudo haber sido por su aprendizaje que se interesó por
Ramana. Leyendo los Upanishads, surge el deseo de encontrar un hombre que sabe.
Recorriendo las páginas de los Vedas uno queda encantado, hechizado,
magnetizado, hipnotizado. Uno empieza a buscar un hombre que sea el profeta de
quien se habla en Los Vedas, un hombre del calibre de los profetas de los
Upanishads, un hombre que sabe. Puede haber llegado debido a las escrituras.
Pero tú no conoces al hombre que sabe. Siempre está en
contra de las escrituras. Las escrituras te pueden conducir a él, pero te dirá
que abandones todas las escrituras, la escalera a través de la cual has venido,
te dirá: “¡Tíralas! Ahora que me has encontrado no hay necesidad de los Vedas,
de los Upanishads, de los Korans, ¡tíralos! Ahora estoy aquí, vivo”.
Jesús dice: Soy la verdad, no hay necesidad de traer las
escrituras aquí. Ramana dice: “Entonces puedes ir a algún otro lugar porque
aquí enseñamos a desaprender. Si estás listo para desaprender, quédate aquí. Si
has venido a aprender más, entonces éste no es el lugar adecuado. Entonces
puedes ir a algún otro lugar, existen las universidades para aprender. Cuando
vengas a mí, ven a desaprender. Ésta es una universidad para desaprender, una
universidad para crear la no-mente, una universidad donde cualquier cosa que
sepas, se eliminará”.
Todo tu conocimiento tiene que ser abandonado y así te
conviertes en un ‘estar conociendo’, así consigues una perfección, una claridad, así tus ojos no
se llenan con tesis o teorías, con prejuicios, conceptos, así tus ojos tienen
una claridad una claridad absoluta y transparencia, así puedes ver. La verdad
ya está ahí. Siempre ha estado ahí.
Ramana Maharshi dice: el conocimiento de sí mismo es algo
fácil, lo más fácil que hay. ¡Porque está tan cerca! Ya está ahí, siempre ha
estado allí. Sólo una mirada, sólo das la vuelta y ya no eres más un mendigo, y
has alcanzado la cualidad de ser emperador, y eres entronizado y eres coronado
y eres un rey. Sólo una mirada a tu interior… Pero esto es lo que dicen los
sufíes. Ramana es un sufí.
Estoy usando la palabra sufí en el sentido más amplio de la
palabra. Buda es un sufí, Jesús es un sufí, Ramana es un sufí. Por sufí quiero
decir aquel que está harto de filosofías y ha comenzado a buscar lo real, quien
no está satisfecho con la comida sintética y busca el verdadero alimento.
Ramana dice: El conocimiento de sí mismo es algo muy fácil,
la cosa más fácil que hay. Pero sólo en contraste con esto, escucha esta frase
de Emanuel Kant, un gran filósofo: La metafísica es una llamada a la razón para
comenzar de nuevo la más difícil de todas las tareas, es decir aquella del
autoconocimiento.
La filosofía lo hace difícil, muy difícil, casi imposible
porque la filosofía se aleja cada vez más de ello. Saber de sí mismo no es
conocerse, saber de Dios no es conocer a Dios, ¿Cómo puede el “de” ser aquello?
Acerca de y de… vas en círculos. Se convierte en imposible.
Entre más listo te vuelvas, más astuto, calculador, ‘de y
de’, más y más te extravías. No es un asunto de saber sobre sí mismo: es
simplemente un asunto de ir conociendo, de estar consciente, no un asunto de
pensar sobre ello sino de centrarse en ello. Al sentarse en silencio en ello,
te es revelado.
Ramana está en lo cierto, tiene que estar en lo cierto, él
sabe; Emanuel Kant no está en lo cierto, no puede estar en lo cierto; nunca lo
encontró. Aunque se esforzó, trabajó duro, tenía una de las inteligencias más
agudas de todos los tiempos. De su perspicacia no se puede dudar. Su lógica es
perfecta. Pero en lo que se refiere a su visión, él está ciego.
Es como un hombre ciego pensando en la luz, tiene que ser
imposible. ¿Cómo puede un hombre ciego pensar en la luz?
Sucedió que Maharshi Raman se estaba muriendo. El jueves, 13
de abril, un doctor le trajo a Maharshi un paliativo para aliviar la congestión
de los pulmones, pero él lo rechazó. “No es necesario, todo estará bien dentro
de dos días”, dijo. Y después de dos días, murió.
Al anochecer, Maharshi pidió a los acompañantes que lo
sentaran. Ya sabían que cada movimiento, cada toque era doloroso, pero les dijo
que no se preocuparan por eso. Sufría de cáncer, tenía cáncer en la garganta,
muy doloroso. Incluso beber agua era imposible, comer cualquier cosa era
imposible, mover su cabeza era imposible. Aún decir algunas pocas palabras era
muy difícil.
Se sentó mientras uno de los asistentes le sostenía la
cabeza. Un médico comenzó a darle oxígeno, pero con un movimiento de su mano
derecha le indicó que se retirara.
Inesperadamente, un grupo de seguidores sentados en la
baranda, fuera de la sala, empezaron a cantar Arunachala-Siva, un bhajan que a
Maharshi le gustaba mucho. Le gustaba mucho ese lugar, Arunachala, la colina en
donde solía vivir, esa colina se llama Arunachala. Y el bhajan era una
alabanza, una alabanza a la colina.
Al escucharlo, los ojos de Maharshi se abrieron y
brillaron. Dio una breve sonrisa de una
ternura indescriptible. Del borde de sus ojos rodaron lágrimas de dicha.
Alguien le preguntó: “Maharshi, ¿realmente nos dejas?”.
Era muy duro para él decir, pero aún así pronunció estas
palabras: “Ellos dicen que estoy muriendo, pero no me voy. ¿A dónde podría ir?
Siempre estoy aquí”.
Una respiración más y se acabó. No hubo ninguna lucha, ni
espasmo, ninguna otra señal de muerte: sólo que la siguiente respiración no
apareció.Lo que dijo fue de inmensa importancia: “¿A dónde podría ir? Siempre
estoy aquí”. No hay un lugar a donde ir. Esta es la única existencia que hay,
esta es la única danza que hay, ¿a dónde puede uno ir? La vida viene y va, la
muerte viene y va, pero ¿a dónde puede uno ir? Estabas allí antes de la vida.
OSHO
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