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BLOG DE JUAN YÁÑEZ.., quien se complace de tenerlos por aquí...

Así los últimos serán los primeros y el primero el último: Pues muchos serán llamados, pero pocos los elegidos...Mateo 20:1-16

No somos seres humanos pasando por una experiencia espiritual.., somos seres espirituales pasando por una experiencia humana.

sábado, 27 de octubre de 2012

Compasión Presidente




  
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ROSALÍA MOROS DE BORREGALES |  EL UNIVERSAL
sábado 27 de octubre de 2012  12:00 AM

Existe una ceguera espiritual innata en el hombre cuando se encuentra en una posición de poder. Solo aquellos que son capaces del autoanálisis, reconociendo humildemente sus propias debilidades y fortalezas pueden librarse de los terribles efectos que causa en el corazón del ser humano el sentirse superior a sus semejantes. La historia nos demuestra en miles de sus registros que la Tierra gira incansablemente, y mientras en un lado del planeta el Sol radiante calienta nuestros huesos, en el otro la noche arropa con su profunda oscuridad los sueños de los hombres. La historia nos cuenta de aquellos que siendo grandes sucumbieron a la tentación del poder ilimitado para luego precipitarse en una colosal caída.

Sin embargo, todos los seres humanos llevan grabada en su ser la ley de Dios. Todos tenemos esa luz en el alma que nos permite discernir cuándo nuestros pensamientos y acciones están alineados con la bondad. Solo que de la misma manera que el ejercicio físico practicado regularmente fortalece nuestros músculos, la practica constante del poder sin compasión va transformando el corazón en una piedra, alejándonos de las posibilidades infinitas de bien que resultarían del ejercicio compasivo en la administración del poder.

La compasión es esa capacidad que tiene el ser humano de sentirse tan vulnerable como cualquiera de sus semejantes en desgracia, la cual despierta el deseo de aliviar la pena o reducir el sufrimiento en quien lo padece. ¡Es ponerse en los zapatos del otro! Todos, de múltiples maneras tenemos el poder de sanar una herida, de aliviar el hambre, de saciar la sed, de cambiar la aflicción por alegría o llorar la pena con el alma que sufre. Pero solo algunos tienen el privilegio de ocupar posiciones de poder en las que su palabra dada en un esquema de autoridad se convierte en hechos palpables. Son estos pues los que con mayor diligencia deben ejercer la compasión como una practica que restituye las grandes grietas de la justicia humana.
Presidente, en nuestro país hay muchos a los que se les va apagando lentamente la vida detrás de las rejas. En nuestro país hay un número de presos políticos que han sido víctimas de la exacerbación de los peores sentimientos humanos. Ellos y sus familias han sufrido vejaciones que no deberían estar presentes nunca en un sistema de justicia que pretende la restitución del ser humano. Como venezolana, como madre y esposa me uno al clamor de estas familias amputadas de seres queridos. Me uno a su oración por la liberación de cada uno de ellos, y apelo a su corazón Presidente, a ese que clamó a Cristo en los momentos difíciles de su enfermedad.
Con todo respeto, le recuerdo Presidente que su historia habría sido completamente diferente si usted mismo no hubiera sido objeto del perdón, y de la compasión que muchos le mostraron cuando usted estuvo en la cárcel. Y si le es imposible sentir compasión por estos presos, piense en sus familias; piense en sus valientes esposas que los han acompañado en medio de esta terrible prueba. Usted es padre y abuelo, piense en el sufrimiento de los hijos y nietos de todos estos hombres; y sobre todo, piense en esa Tierra que gira dándoles oportunidad a todos los hombres, como usted la tuvo en su momento. A veces vivimos como si nuestras circunstancias actuales fueran definitivas y olvidamos la mano poderosa de Dios que proclama una sentencia sobre la vida de cada hombre.

"No te niegues a hacer el bien a quien es debido,
Cuando tuvieres poder para hacerlo
". Proverbios 3:27.


EL BLOG OPINA
                                     Demasiado fuerte es el texto de esta nota para no despertar la compasión hasta en el hombre más duro. Bendita sea la compasión...

miércoles, 24 de octubre de 2012

¿Cómo mueren los gobernantes?

gráfica: todohumor.com


MARÍA DENISSE FANIANOS DE CAPRILES |  EL UNIVERSAL
miércoles 24 de octubre de 2012  12:00 AM

 Cuando el rey Felipe III de España estaba en su lecho de muerte exclamó poco antes de morir: "les ruego mis buenos amigos que en el sermón de mi funeral solo se predique acerca de cómo mueren los que gobiernan.  Que se diga que la muerte no les sirve a los gobernantes sino para tener una mayor responsabilidad por lo que han sido y han hecho.  Ojalá que yo, en vez de ser rey, hubiera vivido en un desierto rezando y sirviendo a Dios.  Iría con mucha mayor confianza a presentarme ante el juicio de Dios y no tendría tantas responsabilidades de las cuales ser juzgado".

Años antes el padre de este hombre (el rey Felipe II de España) había llamado a su hijo momentos antes de morir y, mostrándole su cuerpo muy llagado, le dijo: "mire hijo cómo se muere y acaban las grandezas del mundo".  Y añadió: "ojalá en vez de ser rey, yo hubiera sido un simple hermano lego de una comunidad. Hijo, he querido que estuvieras presente en este momento para que veas cómo trata el mundo aún a sus más poderosos gobernantes.  La muerte es para los que gobiernan como para los más pobres de la tierra.  Aquí el que haya hecho más obras buenas durante su vida y haya tratado de vivir con más santidad, ese será el que conseguirá más grandes favores de Dios".

San Alfonso María de Ligorio, dice en su libro Preparación para la Muerte y la Eternidad que: "al día de la muerte lo llamaban los antiguos: día de las grandes pérdidas'  porque en ese día se pierden las riquezas materiales que tenemos, los placeres que nos gustaba gozar, los honores que conquistábamos con nuestras obras, y los demás bienes terrenales.  Por eso San Ambrosio decía que a todos estos bienes no los podemos llamar nuestros'  porque no nos los podemos llevar con nosotros al morir.  Y que lo único que en verdad nos pertenece como propio son nuestras buenas obras, porque ellas sí nos acompañarán hasta más allá del sepulcro".

Cuenta San Antonio que cuando murió el emperador Alejandro Magno, dijo un filósofo: "el que ayer pisaba orgullosamente la tierra, está ahora cubierto por ella.  Ayer no le bastaba la tierra entera para sus deseos de dominio; hoy le bastan dos metros de tierra para cubrirlo.  Ayer guiaba por el mundo ejércitos innumerables; hoy lo llevan a la tumba unos pocos sepultureros".  Pues así terminan las glorias de este mundo.

En agosto pasado Benedicto XVI se reunió en Castelgandolfo con un grupo de políticos cristianos que participaban en el Encuentro Internacional Demócrata-Cristiano, organización que dirige el líder del partido italiano Unión del Centro, Pier Ferdinando Casini, y que representa a más de cien partidos políticos.  Allí el Papa citó un pasaje bíblico del libro de la Sabiduría: "un juicio inexorable espera a los que están arriba" (Sab 6,5) y les señaló que ese pasaje deben interpretarlo no como una amenaza sino como un impulso que anime a los gobiernos a realizar, en todos los niveles, "todas las posibilidades de bien de las que son capaces, según la medida y misión que el Señor encomienda a cada uno".

Pues así es la muerte. El día que nos llegue (que no sabemos cuándo, cómo, ni dónde será) y nos entierren (a todos por igual, solo que en distintas urnas, unas más caras que otras) lo único que nos llevaremos será lo que tengamos puesto y nuestras buenas obras.  Estas últimas son las únicas que contarán a la hora de responderle a Cristo: ¿qué hicimos con el poder y con los talentos que nos dio?  Y como dicen las Sagradas Escrituras: "a todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán" (Lucas 12, 39-48).

San Agustín le decía a la gente del pueblo: "no piensen solamente en el montón de riquezas que tiene ese individuo.  Piensen más bien en lo que se llevará consigo el día de su muerte". Y es que cuando la muerte nos llega, lo único que nos llevamos es el amor.  El amor que dimos, el amor que sembramos, el amor que nos ayudó a vaciarnos de tantas cosas superfluas y pasajeras para poder entregarnos a vivir para servir a los demás, como lo enseñó nuestro Señor Jesucristo.  Para vivir sabiendo que mientras más talentos y más poder Dios nos ha concedido en esta vida, más tendremos que rendir cuentas a la hora de encontrarnos cara a cara con Él a las puertas del Cielo.

Si todos los gobernantes, y personas con poder en esta tierra, vivieran pensando en esto quizás el mundo sería un poco mejor ¿no lo creen?.

mariadenissecapriles@gmail.com

EL BLOG OPINA
                           Si lucháramos con el mismo fervor  por las cosas espirituales, como acostumbramos a hacer con las materiales seríamos con toda seguridad más dignos, más valiosos y más merecedores de la gracia de Dios...