La basílica de Lujan (en primer plano mi hija Yenny, enero/2009) |
Un
testimonio del periodista Gustavo Carabajal tras 16 años de participar en la
peregrinación a la Basílica
de Nuestra Señora de Luján, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Participé
de la peregrinación a Luján durante 16 años y no hay nada en el mundo que se
compare con semejante manifestación de fe.
Puede
existir alguna diferencia entre la cantidad de caminantes entre un año y otro,
pero lo que no decrece es la intensidad y la fuerza del espíritu de la gente.
Llegar a
la basílica después de caminar los 65 kilómetros que
separan Luján de Liniers no es sólo cuestión de un desafío personal, sino
también una demostración de fe.
No hay
una explicación lógica de por qué uno sigue participando de la peregrinación a
pie a Luján.
Caminar a
Luján y ofrecerle a la Virgen
semejante sacrificio no tiene una motivación, al menos para mí, en el
cumplimiento de una promesa.
Recorrí
16 veces el camino completo de Liniers a Luján para agradecer lo que me pasó en
la vida. Lo bueno y lo malo.
Cada vez
que voy a Luján no dejo de conmoverme con la voluntad de todos los peregrinos.
Con la energía que ponen para caminar y llegar. Con los voluntarios que están
día y noche al costado de la ruta para ofrecer agua y alentar con sus cantos.
Con aquellos que fueron asignados a los puestos sanitarios.
Debido a
una neumonía que sufrí hace dos años, tuve la necesidad de evitar la lluvia que
arreció en la Capital
y el Gran Buenos Aires durante la madrugada del sábado. Por eso elegí comenzar
a caminar desde Moreno y no desde Liniers, tal como lo había hecho en las otras
16 oportunidades. A esto había que sumarle el sobrepeso acumulado en los casi
cinco años que pasaron desde la última peregrinación en la que participé.
Fueron
casi 40 kilómetros
de caminata en los que advertí como nunca la presencia de voluntarios y puestos
sanitarios para la atención del caminante.
A
comparación de otros años, esta vez no vi muchos excesos en los precios de las
bebidas y en las tarifas de los baños.
Dependiendo
del lugar, las casas situadas al costado de la ruta cobraban $ 5 para poder
usar el baño, mientras que un "choripán" y un sándwich de vacío se
cobraban entre 10 y 15 pesos.
Aunque
predominaban la gente joven y grupos de adolescentes, se pudo ver mucha gente
de mi edad, entre 40 y 50 años; varias parejas de la misma edad, y algunos
matrimonios con chicos con los carritos de bebes.
Cuando
comenzaba la caminata en Liniers, este cronista acostumbraba hacer el trayecto
hasta General Rodríguez sin detenerse. Allí se realizaba una pausa de media
hora para comer algo rápido y afrontar los últimos 17 kilómetros que
restan hasta Luján.
Mi hija Yenny posando en la basílica. Enero de 2009 |
Este
último fue el tramo más duro, donde las referencias de los puentes sobre la
rutas 6 y 5 parecen alejarse en lugar de parecer más cercanos ante cada paso
que se da. Una vez que uno creyó dar todo y que el trayecto terminó cuando
llegó al puente del arco o del escudo en la entrada de Luján, todavía quedan 50
cuadras hasta la basílica.
Se entra
por la calle Las Heras hasta que llega al 100 y de allí son dos cuadras a la
derecha. Para entonces, y después de tantos kilómetros recorridos, no hay parte
del cuerpo que no duela.
Pero todo
ese dolor se transforma en alivio cuando uno comienza a subir las escalinatas
de la basílica para agradecerle a la Virgen. No hay nada que se compare con esa
sensación de haber hecho todo, de haber dejado todo por la fe..
Por
Gustavo Carabajal - Fuente: La
Nación - Gentileza de Yocreo.com