POR FABIÁN BOSOER
Las angustias personales y colectivas
que más nos perturban, señala este especialista, pueden superarse con el
ejercicio de la meditación, creando una energía pacífica.
23/09/12
Meditar
no es escapar de la realidad sino reencontrarse con ella dentro nuestro para
vivir las cosas de otro modo. Requiere, ante todo, un cambio de actitud y un
pequeño esfuerzo de voluntad: unos minutos diarios dedicados a la
introspección, respirando guiados por un mantra, y notaremos que se despeja
nuestra mente y podemos abordar con otro talante nuestras vidas cotidianas.
Nada tiene que ver con esoterismos. Alberto Loizaga, un reconocido terapeuta,
doctor y psicoanalista, viene trabajando sobre técnicas de meditación desde
hace 40 años y publicó varios libros sobre el tema llevándolo a cuestiones
prácticas y experiencias concretas: deportistas de alto rendimiento, personas
con demasiada autoexigencia, familiares que sufrieron la pérdida de seres queridos,
personas que deben afrontar enfermedades terminales, empresarios en medio de
marasmos económicos. El primer libro que publicó hace unos años se tituló “Ser
uno mismo” y el que está por salir ahora se llama “Actitudes que sanan”
(Grijalbo). Alberto Loizaga, asimismo, es médico, psicoanalista e instructor en
técnicas de meditación. Graduado en Concord College (Tumbridge Wells, Kent,
Inglaterra), fue jefe de residentes del Hospital de Clínicas de Buenos Aires.
Hijo y nieto de médicos, tuvo una amplia trayectoria docente en la Facultad de
Medicina de la UBA y hace más de veinticinco años fundó el Centro Actitudes que
Sanan en Buenos Aires, pionero en el ámbito de la medicina mente-cuerpo. Toma
distancia de las modas espiritualistas, pero reconoce que éste es un momento
muy especial en términos de “energías sociales” y anticipa que muchos cambios
deben explicarse buceando en esas dimensiones no materiales de nuestra
existencia. Y lo que vale para las personas, sostiene, vale también para
nuestro país.
¿La meditación se ha vuelto pasión de multitudes?
Pienso
que es un cambio de conciencia necesario. Vivimos una difusión de síntomas de
malestar y problemas que afectan a nuestras vidas que se señalan como
angustias, trastornos de ansiedad, depresiones, etc. También percibimos que
estos trastornos no se pueden tratar desde un enfoque estrictamente
psicológico, vinculado con el pensamiento, sino a través de un trabajo desde y
con los sentimientos. En los jóvenes hay, por otra parte, una necesidad de
explorar otros modos de buscar una vida más plena, o menos conflictuada. Y
cuentan con muchos más recursos disponibles, por la información masiva que
tienen, como de Facebook y Twitter, de que debe existir otra realidad
diferente.
¿Encuentran una respuesta en experiencias que vienen de
culturas lejanas?
¿Qué
es lo que deseamos? ¿Qué es lo que queremos? La mayor parte de la gente, cuando
la mente se conecta con la pregunta “¿qué queremos?” llega a la respuesta
“tener algo” o “hacer algo”: tener felicidad, tener un auto nuevo, tener una
pareja, ganar más dinero. “¿Y qué buscamos hacer con eso que queremos tener?”
“Estar satisfechos, estar contentos”. Bien, la meditación nos permite estar
satisfechos y contentos primero, y luego, hacer los cambios o crear las
condiciones para alcanzar nuestros objetivos. Parecería ser un atajo y lo es,
en tanto también implique un cambio de visión que no sea sólo un instrumento
para manejar el deseo, sino un cambio de actitud.
¿No vivimos en una sociedad sobrediagnosticada?
Totalmente.
Vivimos bajo el imperativo de una medicina del diagnóstico y no de la medicina
de la sanación.
¿Y cuál es su diagnóstico?
La
conciencia habitual de los argentinos es muy propensa a la neurosis. La
neurosis es una alteración mental caracterizada por la presencia de un alto
grado de ansiedad que nos impide conectarnos libremente con nosotros mismos y
con la realidad exterior. El miedo y la irritabilidad crean una actitud
defensiva relacionada con factores conflictivos personales o ambientales que
provocan un verdadero sufrimiento psíquico, no pudiendo pensar creativamente y
siempre reaccionando con un mecanismo de ataque y defensa. Ocurre cuando
vivimos cargados de la necesidad de elaborar pasados que se reeditan
permanentemente, o futuros, promesas, de cambios improbables. Las situaciones
sociales o económicas conflictivas, la sensación de inseguridad, nos ponen
permanentemente a la defensiva, sin poder alinearnos en un momento donde vivir
“el espacio del ahora”. Sólo en “el ahora” el ser humano puede crear una
respuesta válida frente a una crisis o a un hecho que no puede cambiar por sí
mismo. Debemos generar ese cambio interior, y para eso necesitamos conectarnos
con un espacio propio, esa es la puerta que abrimos con la llave de la
meditación.
¿Nos falta vivir “el ahora”, pero al mismo tiempo
parecemos vivir el puro presente, sin posibilidades de proyectar a más largo
plazo?
Nuestra
cultura siempre nos ha orientado hacia afuera, y en el afuera se vive el tiempo
del pasado o del futuro. Por eso el cultivo del ser debe hacer un camino inverso,
en conexión con valores como la paciencia, la tolerancia, la humildad. Son
aspectos del ser a los que accedemos a partir de una vivencia que tiene que
apreciarse, no se puede percibir sólo con los ojos del cuerpo. En esa
apreciación, surge otra realidad exterior también. Vivimos en dos mundos
distintos. Si uno tiene conciencia de sí mismo surgen sentimientos en un
movimiento que va de dentro nuestro hacia afuera. Si uno los ignora, seguirá
buscando manejar su vida desde los pensamientos. Y los pensamientos solos
generan juicios, castigos, separación. Lo que el argentino vive permanentemente
es la conciencia enjuiciativa de sí mismo o de los demás, y eso crea un ciclo
vicioso.
Este cambio que usted plantea para los individuos, ¿cómo
se manifiesta en lo colectivo, en el nivel de la sociedad?
Suele
haber prevenciones con la meditación cuando se la ve como una actividad egoísta
o individualista, y es totalmente lo opuesto. Cuando medito me conecto con lo
que comparto con el otro, y esa vivencia es una energía de la conciencia humana
en sí misma, una plataforma que nos hace vivir asistidos del sentimiento de ser
vida. Es cierto que en el proceso meditativo uno intenta desadaptarse de la
realidad, pero para acercarse a otra realidad que es la realidad de lo profundo.
¿De qué realidad nos estamos escapando o saliendo, y a qué
realidad aspiramos a entrar?
Queremos
escapar del desorden, del caos, del apego, de la superficie frívola de los
hechos, de la falta de opciones, de la felicidad que se busca en las apariencias,
en el éxito, en el tener más; nos apartamos de esos ideales que llevan a la
frustración o a la desilusión, para querer el aprecio del otro. Con lo que
queremos vivir y conectarnos es con lo real que somos, pero que no está en el
escenario exterior, porque lo que yo vivo y siento necesita una plataforma que
es invisible. De ahí surgen algunas verdades: la primera es que el sufrimiento
existe, el caos existe, el conflicto y la ansiedad existen; pero la segunda es
que hay un camino para trascender ese sufrimiento y que surge de la propia
conciencia humana, que nos lleva, a través de la meditación, a lo que llamamos
“iluminación”. Es el darse cuenta de que uno tiene luz interior, que somos el
reflejo de nuestra propia creación y que podemos transformar el mundo exterior
desde nuestra propia participación.
¿Cómo se compatibiliza esta filosofía -llamémosla
“orientalista”- con la teoría psicoanalítica?
En
la regla fundamental del psicoanálisis, Freud, más allá de toda la teoría
instintiva sobre el origen de la neurosis, tiene un hallazgo maravilloso que es
la escucha de la asociación libre de ideas. Y cuando a un ser humano se lo
escucha surgen estímulos conscientes que son las palabras, pero también surge
una plataforma de escucha, y meditar es escucharse, para soltar los
pensamientos y permanecer atentos a la base, a la conciencia que escucha los
propios pensamientos. En ese proceso, para la sanación del paciente, la escuela
psicoanalítica actual puede integrar la escucha freudiana con la meditación. La
experiencia de permanecer atentos escuchándonos ya crea el efecto terapéutico.
En ese punto en común yo puedo hablar y ese aspecto en común es el que me permite
sentirme mejor. Si yo como terapeuta me encuentro con un paciente y lo escucho,
estoy dispuesto a hacer el cambio, abierto a esta oportunidad de aprendizaje
que se me brinda.
¿Qué es meditar?
Meditar
es conectarse con la propia conciencia, distinguirse de los pensamientos y
permanecer en la esencia, en lo profundo, en lo que perdura. Es una técnica que
se realiza con distintos procedimientos. El más efectivo es el de repetir un
sonido que no tiene significado intelectual, que se llama “mantra”. Hay
diferentes mantras y cada uno tiene el suyo, dependiendo la fecha en que
nacimos y nuestra edad. A su vez, hay unos para niños, otros para jóvenes, y
diferentes para adultos, y ancianos. El efecto del mantra es guiarnos en la
meditación para lograr dos objetivos: la profundización y la limpieza de las
distracciones. Lo opuesto a meditar es estar distraído y pensando en lo que
pasó o en lo que va a pasar, aferrado o asustado.
Copyright Clarín, 2012.
EL BLOG OPINA
Meditar es un ejercicio mental, que al igual que un ejercicio físico, mantiene tanto la mente y el cuerpo en armonía. Los vaivenes de la vida alteran nuestro humor. Nos desconsolamos cuando no alcanzamos a tener paz con nosotros mismos y ello genera depresión, angustia, un estado de infelicidad permanente. No es posible salir de ello si no desarrollamos nuestra fuerza interior. La naturaleza nos dotó de herramientas para sobreponernos ante estas crisis. Están en nuestro interior y encontrarlas es nuestra tarea. Meditar es apartar lo negativo que genera la mente, es un acto de higiene mental para que nuestros pensamientos sean positivos. No podemos cambiar lo externo, pero si podemos adecuar nuestra mente para encontrar una salida a las crisis que se presentaren. La meditación es una llave hacia el pensamiento espiritual. Cuando serenamos la mente, mediante este ejercicio mental alcanzamos paz y seguridad en nosotros mismos. Cuando ello se logra, la espiritualidad se manifiesta libremente. Somos seres esencialmente espirituales y nada ni nadie puede alterar nuestra conciencia. Obremos con humildad y practiquemos los principios de la espiritualidad. Uno de ellos es el servicio al Creador. Identifiquémonos con esa energía, porque somos parte de ella y ocupémonos de desarrollarla día a día. La paciencia es una de las herramientas más valiosas y la fe, nuestra más eficaz arma ante la debilidad de espíritu. Dios oye, Dios está siempre a nuestro lado. Seamos valientes, no flaqueemos ante la existencia. La vida es lucha; se lucha contra aquello que opaca la virtud. Mediante la esperanza aprendemos a confiar en la Suprema Voluntad, la que jamás defrauda. Así se alcanza la felicidad, que no es otra cosa que la paz con nosotros mismos, con todo lo que nos rodea y naturalmente con Dios...
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